Porque el saber no muere, sino inspira...
¡Oh, musas, despertad ahora! ¡No nos abandonéis aún!

jueves, 24 de marzo de 2016

Corcel amarillo

Marco de lata caliente,
baila y baila hasta que acabe el sol.
Mira hacia el verde doliente,
verde que no quiere,
verde que se muere.

Basta de lágrimas sin rabia,
muérdete los dientes, que crujan
como cruje-ruge el sol,
el sol que quema, quema montañas,
que quema al verde, que abrasa al dios.

Baila y baila y baila y baila,
baila hasta que caiga el sol;
baila y sangra y ríe y salta,
ruge hasta que torne el dios.

La bomba llega, la bomba viene,
contempla la liberación.

martes, 8 de marzo de 2016

De sabios y de santos

"Desde el punto de vista del sabio, no puede haber ser más impuro que el santo; desde el punto de vista de este último, no hay ser más vacío que el sabio. Ahí está toda la diferencia entre el hombre que comprende y el hombre que aspira", 
E. CIORANBreviario de podredumbre
Fotografía del autor, tomada en Barcelona
   Podemos ampliar el concepto de santo, ideal del hombre que aspira. Se puede aspirar a la salvación, a la vida eterna, pero también se puede aspirar a mejorar la existencia en este mundo, a mejorar a la humanidad, a mejorar las condiciones de vida de un pueblo. ¿Igualmente aspiración, santidad, ceguera?
 ¿Quién es el sabio, entonces? Para Cioran, aquel que no aspira a nada, pues comprende, comprende que todo es vano y que la mejora es imposible o, cuanto menos, perecedera. El sabio no es siquiera un pesimista; el pesimista hace campaña activa contra lo positivo, contra la aspiración, mientras que el sabio se limita a pasar por la existencia, analizándola en mayor o menor medida -aun y sin quererlo, pues ésta es una de las manías de la especie, analizar, casi tanto como aspirar a ser algo más que nada. El filósofo rumano, por supuesto, se incluye a sí mismo entre los sabios, y personajes sabios serían algunos de los protagonistas de las últimas películas de Sorrentino, gente triste, gente que ve, gente que ya no espera nada de la vida porque comprende la debilidad intrínseca a todo lo humano, porque asimila su propia fragilidad, su propia inanidad y lo arbitrario de sus deseos. También las obras de Wilde, de Baudelaire... transpiran sabiduría. ¿El sentido de la vida? No le preguntes a un sabio.
   Personajes santos o que aspiran serían aquellos que esperaban salvar sus almas a través del alejamiento del mundo y sus circunstancias, sí, pero también lo serían un Gandhi, un Hitler o un Luther King, y lo serían por su voluntad y fe en su capacidad para transformar el mundo. Todos los santos triunfaron y fracasaron a su manera: sus logros no fueron tan profundos; su recuerdo no les hace estar hoy menos muertos; su desmedida fe en el mundo acabará con el propio mundo.

Y vosotros, lectores, ¿sois sabios o sois santos?