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sábado, 11 de enero de 2014

La rebelión condenada: Charles Bukowski


Qué es el prototipo sino claudicación. Y de fondo, una voz que relata un desgarro, un desgarro social. El Estado del Bienestar, la América de las posibilidades… una sociedad que cuadricula. Y un grito.
Lo diferente convertido en marginal y unas promesas versadas en falacias. ¿Dónde está la línea que marca la diferencia entre la retirada y ser retirado? Hasta qué punto es rebeldía, hasta qué punto es necesidad frente a la asfixia. ¿Importa?

Creo que llega un momento en que no importa, lo importante es la reacción. Ahí es donde encuentro a Bukowski, más allá de relatos e imágenes mitificadas, que poco me interesan. La sangre en el verso, el reconocimiento sincero, el yo sensible, duro, rebelado… la crítica. El otro lado del Sueño Americano.

De una sensibilidad impresionante, reniega del poder, reflejo de la realidad humana. Charles Bukowski representa la lucha individual frente a un mundo que detesta, supone una crítica total a la sociedad, a la condición “políticamente correcta”, basado en una vasta conciencia de la realidad social. Voz de aquellos que no tienen oportunidades, aquellos que no caben dentro de un marco que presiona, que homogeneiza, que anula. Un mundo que odia al diferente.

Ernest Gellner apuntaba que: Un hombre sin nación no admite un encuadramiento en las categorías reconocidas y mueve a rechazo. Bukowski apunta que el pobre tiende a la falta de patriotismo, pues poco tiene que perder.  

He leído distintas obras de Bukowski, habiendo una que llamó especialmente mi atención: La senda del perdedor (1982). Narrando los sucesos acontecidos durante su infancia, adolescencia y primera juventud, cuenta una historia de tristeza y desesperación. Su relación con el alcohol comienza siendo un chaval, como reacción frente al desarraigo, buscando la evasión hacia la vida que le había tocado vivir, ante esa abrumadora inteligencia a la que no daba más salida que la desidia y el tedio. Adoptando una actitud marginal, como marca del sino. Resignación frente a la exclusión y a la autoexclusión. Nos habla de los condicionantes, de los que ninguno escapamos. Por supuesto, tampoco escapamos a la ausencia del amor, sobre todo del amor propio.

Me hace pensar, desde luego. No veo a Bukowski como un mito, sino como un reflejo de la realidad, el desamparo de la vida. El valor de decir lo indecible. No creo en la imitación, ni en la idolatría, aspectos que rodean a cierto tipo de escritores, algo controvertidos. Lo mortal es erróneo, pero una escritura tan viva comporta un sinfín de sensaciones. La maestría de trasladar a reflexión profunda desde un posicionamiento sencillo; o de no llevarte a ningún sitio. Su sinceridad, tan aplastante que roza lo doloroso, lo desagradable.

Si Charles Bukowski pretendía o no mostrar todo aquello de lo que estoy hablando, no lo sé –claro está que el subjetivismo está impregnado en cada lectura, ¡y dónde no lo aplicamos! Que su obra supone otro tipo de ventana, no hay duda. 

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