Porque el saber no muere, sino inspira...
¡Oh, musas, despertad ahora! ¡No nos abandonéis aún!

miércoles, 22 de octubre de 2014

La sonrisa de la molestia

Abro una libreta y encuentro nuestra foto, en otra ciudad, en mi infancia. Siempre busqué tu aprobación, hasta el punto de romper con todas las reglas –la prueba de los extremos–. Supongo que es un comportamiento algo infantil; no obstante, observo a mi alrededor esta tendencia en las personas, aunque estén acercándose a la vejez. ¿Puede superarse el fingimiento? Alcanzar las metas ajenas, sus expectativas, es una forma de fingir, ¿no?
Constantemente encontramos la excusa para no volar… el miedo, el peligro de la decepción. Ahora creo que ya no puedo decepcionarte más. ¿Es por eso que me siento algo más libre?

No sé exactamente a qué edad debe uno hacerse estas preguntas, en mi cabeza martillean desde hace más de diez años, la década fingida. No puedo culparte, porque no eres responsable. Eso también lo he aprendido. Recientemente, además. Qué manía tenemos de cargar con nuestros lastres a terceros. Invariablemente pensé que no era libre porque tú no me dejabas serlo. Lo cual está muy lejos de la realidad: yo no me siento capaz de actuar según mi parecer por no desagradarte, eso me dolería. Mi condena, por tanto, es mi miedo y no mi educación.
Qué alivio saber esto, saber, pues, que no tengo condicionamientos lícitos sino barreras, cuya alteración depende única y exclusivamente de mí.

Rebelde es ser quien quieres ser.

Ah, y no hay edad para ello. 

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