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martes, 10 de marzo de 2015

El dolor de la Tierra


A diario critico mis hábitos. Realmente quiero vivir de una forma responsable, olvidar la ignorancia y dejar de culpabilizar a otros. Es cierto que se nos educa con un velo, pero nosotros tenemos la tarea de quitárnoslo. Sólo se necesita esfuerzo. La comodidad está sobrevalorada, sobre todo aquella comodidad basada en el dolor de terceros. Vivimos rodeados de dolor. Comemos dolor, nos vestimos con dolor y hasta nos maquillamos los ojos con dolor. Basta.

No espero ni siquiera de mí misma un cambio radical, espero concienciación. Tan sólo tienes que leer etiquetas, de tu comida o de tu ropa, y pensar. ¡Pensar! Vivimos en el mundo del no-pensamiento, de la no-reflexión. No pensar, no ser críticos, supone opresión; el desconocimiento nunca conduce a la liberación. Entiendo que mirar a este mundo es muy incómodo, observar este mundo y hacia dónde se encamina es doloroso. Pero hay que hacerlo. Nuestra ignorancia y nuestra falta de interés apuesta por el mantenimiento de un estado de cosas excesivamente desigual e injusto. Yo he llorado al descubrir cómo se fabrican los suéteres de lana que llevo, el edredón con el que duermo, el champú con el que me lavo el pelo o el maquillaje con el que me pinto. Son cosas básicas, ¿no? Por no hablar de cómo se fabrican los cigarros que antes fumaba, los móviles que utilizamos y un larguísimo etcétera. Miro a mi perra y no me puedo creer que mis botas o mi chaqueta de piel puedan estar fabricados con un semejante suyo, de una forma cruel y horrible. Reflexiono acerca de la ‘alegría’ que supone comprar ropa barata, baratísima: esa camiseta de cuatro euros que te parece una ganga supone el sufrimiento de toda una vida de otra persona. De toda una vida, de otra persona. Basta.

Si bien soy consciente de que no se puede escapar por completo de lo establecido, no quiero vivir en una mentira. Quiero conocerlo todo, quiero poseer información, no sólo para saber en qué condiciones viven otros, sino para saber en qué condición vivo yo –sobre otros–. Formamos parte de una cadena de montaje descomunal y podrida. Vivir cual autómata no es vida, sentir tus necesidades como principio universal es un egoísmo que destroza. La acción individual tiene consecuencias colectivas. Podemos continuar responsabilizando a los gobiernos de lo absoluto, pero así tan sólo se fomenta el engaño a uno mismo. No puedo dejar de pensar en todo esto. Este papel ultrablanqueado sobre el que escribo. Las calles sucias por las que paseo, una ciudad de humo y un cielo rojo que esconde el dolor de la Tierra. Basta.

Hay temas que me descarnan especialmente, como el dolor en forma de maltrato. El maltrato animal en nuestra sociedad es enorme, la agresión por diversión, por aburrimiento, como descarga de unos seres totalmente desequilibrados y potencialmente peligrosos. Eso es lo curioso, todo se externaliza y se rebaja, ‘total yo no lo veo’, ‘total yo no lo sufro’, ‘total sólo son animales’. El dolor nunca es gratuito ni unidireccional. Leo noticias constantemente acerca de animales maltratados, violados, asesinados. Leo noticias constantemente acerca de mujeres maltratadas, violadas, asesinadas.

¿Pero es que no vemos que estamos mutilando, violando y asesinando a la Tierra? La máscara de la civilización. El teatro de las galeras. Basta.

El progreso es una farsa. 

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